lunes, 25 de abril de 2016

Girlhood






Título original Bande de filles ( Girlhood)

Año                 2014

Duración         112 minutos

País                 Francia

Director           Céline Sciamma

Guión              Céline Sciamma

Música            Jaen-Baptiste de Laubier

Fotografía       Crystel Fournier

Reparto          Diabate Idrissa, Rabah Nait Oufella, Tatiana

                        Rojo, Karidja Touré, Assa Sylla, Lindsay

                       Karamoh, Mariétou Touré, Idrissa Diabaté,

                      Simina Soumaré, Dielika Coulibaly, Cyril Mendy,

                     Djibril Gueye, Binta Diop, Chance N'Guessan,

                     Damien Chapelle, Nina Melo, Elyes Sabyani.  


"Girlhood" de la directora francesa Céline Sciamma pretende sellar los ojos del espectador con imágenes de lo que sucede en un barrio marginal parisino y pienso que lo consigue. Las armas que emplea para ello no son otras que la honestidad y veracidad de unos acontecimientos más que creíbles. El tema lo hemos visto demasiadas veces: una pandilla de adolescentes, negras en este caso, descontentas con la sociedad a que les pertenece desarrollarse y los mecanismos que utilizan( las gamberradas que están a su alcance) para salir de ese estado de abandono y marginación. Así, a bote pronto, me asalta un título con una estructura parecida como es la excelente película (1) "Barrio" de Fernando León de Aranoa donde tres chicos pululan por el barrio o "A cambio de nada" de Daniel Guzmán  (ganador del Goya a la mejor dirección novel del 2015) aquí también deambulan jóvenes sin destino alguno. En la película que nos toca comentar, el desencanto existencial recae en la protagonista que se siente acorralada en un destino incierto: sin salida académica y una casa que se le cae encima sin tener las cosas claras de su situación actual. Lo único que tiene cierto es que no quiere limpiar los restos que dejan los enfermos  de un hospital como hace su madre cada santo día. A su manera es una lucha de clases. Por qué ella no puedo acceder al bachillerato y estudiar una carrera, porque es pobre. Lucha por conseguir una posición  que tiene perdida de antemano. Va contra esa cadena genética que le condena a los trabajos bajos de rango social aquellos que nadie quiere realizar. Es la pataleta adolescente contra un sistema ya establecido de jerarquías antes de que ella naciera. Cambiar el entorno con las herramientas que dispone se hace harto imposible. Pese a disponer de una vida por delante no es tarea nada fácil.







Decíamos que el tema estaba muy manido, pero la directora francesa consigue que el espectador se involucre con los personajes que entren de lleno en sus vidas. Los diferentes grupos de adolescentes muestran una carga de testosterona por un lado y de estrógenos por el otro que les hace violentarse a las primeras de cambio. El fracaso escolar por culpa de un ambiente marginal deviene en refugiarse en cuadrillas de jóvenes en busca de otra vida. No quieren trabajar de machacas, de esclavos. Por eso, se quieren buscar la vida y refugiarse debajo del paraguas de la droga de la prostitución. No queda otra. Ellas se sienten escoria, pero no van a pasar por el tubo de la esclavitud de currar una jornada entera por unos euros a final de mes. Hacen frente como pueden a ese modelo de sociedad que las ha criado, pero que rechazan porque no van a ser ejes del capitalismo que las esclavice mediante el sistema de  formar una familia y criar a unos hijos. De eso nada. Saben lo que no quieren y buscan la manera de encontrar lo que ellas buscan, pero todavía no lo saben. Quieren hacer frente a esa sociedad adversa y contraria a su forma de ver la vida. No quieren entrar en la máquina de la sociedad de consumo. Son luchadoras a su manera contra una sociedad que las ha creado para formar parte de un engranaje que rechazan. Así las cosas, lo más fácil es que tomen un camino sin retorno que les conduzca directamente al precipicio. Las imágenes se desarrollan con naturalidad y las situaciones son verídicas, por ejemplo, si la protagonista se enamora de un chico y en el rellano de una escalera se dan un morreo, entonces, pasados unos minutos, el sistema de la luz se apaga, pero la escena sigue en una acción de sugerentes movimientos. Son pequeños matices que involucran en la historia al espectador y se cree todo lo que les sucede a las gentes marginales. En definitiva, la sencillez y la ternura con que se mueven las protagonistas acerca esa visión a una compasión de esas niñas descarriadas, sin solución posible. Las chicas atacan con sus armas: frente al consumo, el robo,  ante la esclavitud de una jornada en el curro, el cachondeo. Por tanto, ellas no se sienten integradas en ese mundo donde su rol ya está predestinado de antemano: recibir unos euros por una jornada completa de trabajo rutinario. Esa esclavitud no la quieren y su forma de revelarse es la violencia y el rechazo a las cadenas que llevan puestas desde que nacieron. La vida que les espera no será un camino de rosas. 

(1)


             

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar en esta página