miércoles, 4 de mayo de 2016

Experimento en la prisión de Standford






Título original The Standford Prision Experiment

Año                   2015

Duración          122 minutos

País                   Estados Unidos

Director             Kyle Patrick Álvarez

Guión                Tim Talbott

Música              Andrew Hewitt

Fotografía         Jas Shelton

Reparto             Billy Crudup, Ezra Miller, Michael Angarano,

                            Tye Sheridan, Johnny Simmons, Olivia Thirlby,

                            Thomas Mann, Jesse Carere, Callan McAuliffe,

                            Keir Gilchrist, Moises Arias, Ki Hong Lee,

                            James Wolk.





“Experimento en la prisión Stanford” de Kyle Patrick Álvarez ( “remake” de la película alemana(1) “El experimento” de Oliver Hischbiegel) cuenta el caso verídico del psicólogo Philip Zimbardo que pretendía observar el comportamiento de unos individuos presionados por unas condiciones especiales. Quería con esto ver el desarrollo y los cambios que se producían en los individuos en esa situación extrema. La investigación consistía en reclutar a personal normal, corriente de la calle, y ofrecerles una renumeración económica a cambio de realizar unas tareas. En principio no era más que un trabajo temporal: te pago un dinero a cambio de realizar esto. Así pues, esos tipos deben realizar unos papeles que se les asignará: unos serán los prisioneros y los otros, los celadores que los vigilarán en una prisión simulada y controlada por los psicólogos a través de unas cámaras. La idea no es otra que ver el comportamiento y las reacciones de esas personas ante un mundo desconocido para ellos. Los cambios que se producen, a causa del rol asignado, será estudiado por los especialistas. En cierta manera recuerda las situación que se produce en la película (2) “ El señor de las moscas” de Hary Hock, donde un grupo de jóvenes se encuentra en una isla solitaria y pronto se ve la disposición de los dominantes que quieren imponer sus ideas a los dominados. En estos casos asoma la dictadura y violencia con tal de imponer un poder establecido y una jerarquía de dominio absoluto.





La acción empieza con desprenderse de cualquier vestigio de personalidad y para ello se imponen unas barreras de distanciamiento que  delimiten las fronteras de los dos grupos diferenciados, así, por ejemplo, el uniforme es la marca distintiva: los presos con una bata, un número impreso como distinción única y los carceleros con un uniforme, gafas y porra. Esta situación nos remite a una sociedad reconocible de todos los tiempos donde siempre ha habido dominadores y sometidos: el maltrato de género, sufrido en su mayoría por las mujeres, los abusos laborales y de explotación en un mundo de consumo, las diferencias de razas y clases sociales, las dictaduras más tiranas de los países que mantienen a su pueblo sometido al yugo de unas leyes marginales y vejatorias. Eso es lo que da que pensar mientras avanza la película y la violencia va en aumento. Los personajes les ha tocado realizar un rol dependiendo de una moneda tirada al aire, si es cara tu careto hará de matón con porra y si sale cruz de puteado prisionero. Al principio, la coña entre los participantes está servida, pero no se tardará en tomar cada uno su puesto que le corresponde como una aventura del  destino antes que un juego macabro. Con sus ropas fuera y con estas otras puestas parece que se han quedado sin personalidad y han adaptado otra muy diferente a la suya. Así, dependiendo del contexto y de la situación, el doctor entiende que las personas normales pueden cambiar de forma de ser,ya que se pueden transformar en monstruos que aplican las leyes del sistema hasta extremos malignos insospechados para aplacar al oprimido preso. A estos últimos se les ha privado de su libertad, en cambio, los otros se sienten poderosos porque tienen la capacidad de dominar y esto les hace fuertes. Mientras se incorporan factores de confusión para hacerlo más creíble como por ejemplo los familiares que visitan a los presos o un cura que les da una charla. En definitiva, el experimento llega a un punto donde parece que el creador está fuera de control que los personajes se han metido tanto en su papel que se puede desmadrar la situación. Ante el desborde del experimento no se puede hacer otra cosa que parar puesto que ya se ha visto aquello que se quería observar: el hombre se puede manipular cuanto se quiere y moldear en un sentido abstracto de la maldad.   



(1)
         

(2)
                                                                      

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